Intro

Una sola idea ha llenado estos días mi cabeza: la muerte. Pienso en la muerte de mis abuelos, en la de mi tío. En particular no dejo de pensar en la de Luis Manuel. Como quisiera que siguiera vivo. No importa que no tuvieramos ningún contacto. No importa que el cariño se haya acabado hace mucho.

Cuando tenía unos 10 u 11 años mi abuela me llevo con el homeópata. No recuerdo el motivo pero si las palabras del doctor: “Tu problema es que piensas mucho” (¡vaya! el doctor dio en el clavo).

Si me practicaran una lobotomía todo estaría resuelto. Pero al contrario, con el paso del tiempo mi cerebro ha adquirido una habilidad que mejora día a día ¡joderme la existencia!

Quisiera engañarme a mi mismo (ya que es imposible volver a tener la fe de antaño) y creer que la vida tiene un porque, un futuro mas allá de esto que palpo, que si importa cada acción que haga.

Pase de la fe absoluta al ateísmo absoluto,
de las fábulas y cuentos de hadas a la cruda realidad,
de la vida eterna al dejar de ser.

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