El Olimpo en la Tierra II (De Eco hasta la locura)


Después de Casandra, mi segundo personaje favorito de la mitología griega es la ninfa Eco quien con su charla entretenía a Hera esposa de Zeus mientras este le era infiel. Descubierto el engaño Hera condenó a Eco a sólo poder repetir el final de las frases que escuchara. Un día, Eco descubrió cerca de la cueva donde vivía a Narciso, un joven muy guapo. Embelesada por Narciso, Eco intenta conquistarlo y con ayuda de los animales del bosque le hace entender su amor al muchacho. Ante sus pretensiones sólo recibió la risa helada de Narciso y sus últimas palabras lapidarias ¡qué estúpida … estúpida…pida…da!. Eco se retiro a lo más profundo de su cueva consumida en su pasión.

En otra versión de la leyenda es el joven Ameinias quien se enamora de Narciso el cual en forma de burla le entrega una espada que utiliza el pretendiente para suicidarse en frente de la casa de Narciso. Al borde de la muerte el joven rechazado ruega a la diosa Némesis que llegue el día en que Narciso sufra en carne propia el dolor del amor no correspondido.

En ambas leyendas Némesis (la eterna Némesis) termina provocando que Narciso se enamore de su reflejo en el agua. Absorto ante su propia imagen, sin poder apartarse de ella, se ahoga al tratar de besarse a si mismo.

Dos personajes, Eco y Narciso llevados a la locura al ser incapaces de obtener al Objeto (con o mayúscula) de su afecto. Ambos, complementarios, ambos profundamente enamorados, ambos totalmente ignorados. Una tragedia cuyo origen es, citando la Biblia:

“Vanidad de vanidades, dijo el Predicador, todo es vanidad” Eclesiastés 1:2

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