Obsesiones


Una oda de amor cantaré,
a la escuela que yo tanto amé,
los recuerdos nunca se irán,
las enseñanzas se quedarán.

En la escuela un hogar encontré,
que a mi vida cual hierro forjo…

Cientos de miles conocemos el himno al Centro Escolar Benemérito de las Américas. Se cree que el objetivo de la escuela es la educación media superior bajo un ambiente religioso pero no, este es sólo el medio. Su fin se puede resumir en 2: enviar la mayor cantidad de varones mayores de 18 años a la misión y formar parejas de mormones que se casen por el templo.
El Benemérito lo logro a medias conmigo.
Con anterioridad escribí que si tengo un rasgo que me caracteriza es que soy obsesivo lo cual lleva hacia que o quien ha sido mi mayor obsesión.
La historia de mis relaciones es un compendio de capítulos incompletos de un libro.
Ayer en el trabajo el apellido de un cliente me remonto varios años atrás y terminé recordando a mi gran amor platónico. Alguien con el que comparto tantas similitudes y a la vez tan diferente a mí.
Lo conocí en la prepa y en realidad no me llamó gran cosa la atención. Fue necesario un segundo vistazo en una boda para que se iniciara un complejo juego de miradas, búsquedas y cero palabras. Jamás nos hablamos pero en el ambiente flotaba una constante insinuación a ir por más que no se concretó.
Ambos mormones, con familiares comunes (sin existir ningún parentesco entre nosotros), alumnos del Benemérito con una diferencia de un año, los dos misioneros en tiempos coincidentes (el en Monterrey, yo en Hermosillo) siendo uno de mis compañeros de misión su mejor amigo
Y diferentes. El un atleta consumado, yo, estando en los primeros lugares académicos en la prepa. El, el carita de la escuela, yo, nada que ver.
Pero termino convirtiéndose en un referente en mi vida. Me preguntó qué hubiera pasado de haberme atrevido a dar el gran paso. Es posible que me rompiera la cara, que se hubiera convertido en una estatua de piedra o porque no, me correspondiera. Nunca lo sabré.
Hoy nuestros caminos son tan divergentes. Yo abjuré de mi religión, el, al parecer, está metido en cuerpo y alma en el mormonismo.
No lo he vuelto a ver desde aquellos días de la prepa y aunque sé que vive relativamente cerca de donde yo vivo no creo que nos volvamos a encontrar. En otra ocasión escribiré a detalle acerca de la extraña relación que tuvimos.
Ha habido otras obsesiones que sin llegar a la que tuve por Luis Alfonso fueron importantes en mi vida.
Una es la de Nahúm, por quien este blog recibe su nombre. Un juego similar al de la prepa con un final inconcluso.
La otra es Rolando, la cual es algo distinta. Es una parte de mi corazón que se terminó convirtiendo en un yermo en el que no crece nada. Entre más me introducía más perdido me sentía. Pero algún día escribiré de eso.

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